Resulta que el Ministro de Cultura e Información de Arabia Saudí, Abdelaziz bin Muhiyyudin Khoya, ha pedido a la comunidad internacional una postura firme contra las amenazas vertidas por Israel contra Siria, el Líbano y los palestinos. El Ministro señaló que "la comunidad internacional debe intensificar sus esfuerzos para que cesen las prácticas inhumanas israelíes contra el pueblo palestino, que se traducen en detenciones arbitrarias, ataques aéreos contra la Franja de Gaza, y la judaización de Jerusalén Este."
Asimismo, condenó el terrorismo perpetrado en Irak, alegando que el régimen saudí se opone al terrorismo y que apoya al Gobierno iraquí a la hora de hacer que imperen la ley y el orden en el devastado país.
Tócate los cojones. Ahora resulta que Israel es sermoneado sobre derechos humanos por Arabia Saudí, un país en el que se decapita y crucifica a la gente; o se la lapida por adulterio; o donde se flagela a ancianas de 75 años (y a mujeres en general) por reunirse con hombres que no son sus maridos; o donde la actividad homosexual y la venta o consumo de alcohol son ilegales; o donde se amputa los brazos a los ladrones; o donde no hay democracia.
Pero la cosa no queda ahí: el Ministro saudí que nos ocupa, quien por cierto dirige el Ministerio responsable de la censura periodística en el país árabe, dijo que el régimen es contrario al islamismo radical, y si bien es cierto que se ha dedicado a purgar diligentemente a al-Qaeda, también es cierto que su ideología oficial incluye la sharia, que inspira ese extremismo, y que enseñanzas yihadistas son inculcadas a mansalva en las escuelas y las mezquitas saudíes.
Cuesta creer que semejante país, considerado No Libre por Freedom House, forme parte desde 2009 del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas; pero ya se sabe, así funciona la O.N.U.