El Estado de Israel es el hogar nacional del pueblo judío, sobre el que pesan acusaciones de segregación al estilo del Apartheid sudafricano o del nacionalsocialismo del Tercer Reich. Se reivindica que se perpetra una discriminación contra los árabes de Israel y de los territorios ocupados, y que los judíos que participan de esa discriminación no son objeto de la debida respuesta de las autoridades de un Estado al que se supone democrático. Consecuentemente, y según aquellos que manejan estas ideas, Israel no es una democracia.
Pues bien, aquí nos encontramos con otra prueba de que no es así: Yaakov Teitel, judío nacido en los EE.UU. y emigrado a un asentamiento israelí del norte de Cisjordania, ha sido detenido por las fuerzas de seguridad hebreas por su presunta participación en crímenes por odio. Más específicamente, se le acusa de: haber enviado un paquete bomba a un hogar de judíos mesiánicos que dejó herido de gravedad a un menor; haber agredido a agentes de policía que formaban parte de un dispositivo de seguridad con motivo de la marcha del orgullo gay en Jerusalén; haber atacado la sede de la Asociación de Homosexuales y Lesbianas de Tel Aviv, provocando dos víctimas mortales; haber atacado a ciudadanos palestinos en respuesta a atentados terroristas; y tenencia de armas y explosivos.
Como se puede ver, para las autoridades del moderno Estado de Israel, ser judío no es excusa para cometer crímenes por odio contra ciudadanos palestinos, judíos mesiánicos y homosexuales. Aquí (punto 5) ya enlacé noticias relativas a ocho casos de condenas a soldados israelíes por violaciones de los derechos humanos. Queda claro, pues, que Israel poco o nada tiene que ver con la Sudáfrica del Apartheid o con el nazismo.