Reporteros Sin Fronteras ha emitido el Índice de Libertad de Prensa por países del año 2009. Israel es uno de los países que más ha descendido en la lista, pues en lo que respecta a la libertad de prensa en su territorio nacional ha pasado del puesto número 46, con 8,83 puntos, al puesto número 93, con 23,75 puntos. En lo referente a la libertad de prensa en los territorios ocupados por Israel, se ha pasado del puesto número 149, con 51,50 puntos, al puesto número 150, con 55,50 puntos. Huelga decir que a mayor puntuación, más se retrocede en la lista.
Vayamos ahora a las razones esgrimidas por esta O.N.G. con sede en París para meterle semejante patada en los huevos a Israel:
1.- Las restricciones sobre la prensa con motivo de la Operación Plomo Fundido, la cual se saldó además con 20 reporteros heridos a manos del Tzahal y otros tres periodistas muertos durante la cobertura del conflicto.
2.- La supuesta aplicación, por parte de las autoridades del Estado judío, de métodos de censura de información en el territorio nacional israelí similares a los empleados en los territorios ocupados.
La crítica señalada en el punto 1 no deja de ser del todo cierta, si bien justo es reconocer que no se da un análisis pormenorizado de las circunstancias bajo las cuales murieron o resultaron heridos esos periodistas. Pero el caso es que la censura israelí en casos de escalamiento del conflicto ha resultado ser perjudicial no sólo para la opinión pública y los medios, sino incluso para el propio Israel. Con motivo de la Batalla de Jenin del año 2002, por ejemplo, se aplicó la censura militar en la zona de combate. Pronto se extendió el rumor de que allí se estaba cometiendo una masacre. Al no permitir los israelíes el acceso de periodistas, los corresponsales no pudieron verificar la autenticidad o la falsedad de esa información, de modo que la mayoría de ellos tuvieron la fantástica idea de denunciar la pretendida masacre.
Pero hubo un periodista que logró colarse en la zona y demostrar que la tan cacareada "masacre" de Jenin no ocurrió. Se trata de Lorenzo Cremonesi, del periódico italiano Il Corriere della Sera. Se desplazó al hospital más cercano a la zona de combate y, en lugar de encontrase con el baño de sangre del que muchos medios internacionales hablaban, se topó con un hospital casi desierto, médicos jugando a las cartas en la sala de urgencias, dos mujeres de parto y un anciano aquejado de una apendicectomía. Se encontró asimismo con 25 heridos leves.
Cremonesi recabó entre ellos testimonios estremecedores de crímenes de guerra cometidos por soldados del Tzahal contra civiles inocentes. Pero al preguntar el reportero italiano por los nombres de los muertos y los lugares en los que se hallaban sus cuerpos, sólo obtuvo respuestas evasivas y confusas.
Finalmente, Cremonesi contó 50 muertos, la mayoría de ellos combatientes. Incluso la O.N.U. estimaría tan sólo 53 palestinos muertos. Se trata en suma de unas cifras que para nada concuerdan con la teoría de la masacre.
Pero, y tal y como señaló Cremonesi en un artículo que escribió para el diario israelí Haaretz, los israelíes cometieron el error de impedir que la prensa entrara en la zona de combate, de forma que se dejaron llevar por el rumor de la masacre. Y un alto oficial israelí, Dan Harel, hizo críticas similares.
Queda claro pues que la censura militar israelí en los territorios ocupados está revestida de un carácter ilícito, y la alta puntuación respectiva que se señala en el informe de Reporteros Sin Fronteras está más que justificada (recuérdese que a mayor puntuación, menos libertad de prensa).
Pero lo que realmente me llama la atención es lo que se recoge sobre la nueva posición de Israel en la lista en lo que respecta a su territorio nacional. Dice el informe que los métodos de censura de la información allí empiezan a parecerse a los que se aplican en los territorios ocupados. Para ello se basan en las detenciones de cinco periodistas y el encarcelamiento de otros tres. Tan sólo se dice que algunos de los cinco casos de detenciones (no se especifica cuántos) se dieron fuera de cualquier marco legal.
Suponiendo que sea cierto, se trata de algo que desde luego está mal, pero de ahí a decir que sólo por esa razón el Estado judío baja del puesto número 46 al número 93 en lo que respecta a la libertad de prensa en su territorio nacional es ridículo, pues se trataría en todo caso de limitaciones ilícitas puntuales al derecho a la información, y no de una política generalizada, como en los casos de Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos. Y no pongo estos dos ejemplos por casualidad. Ambas naciones del Golfo Pérsico adelantan a Israel en la lista debido sobre todo al retroceso del Estado judío, ocupando, respectivamente, los puestos número 60 y número 86, con 15,25 y 21,50 puntos.
Está claro que la idea es en sí ridícula. Mientras que las actividades de la prensa israelí y de los corresponsales extranjeros dentro del Estado hebreo se ven protegidas por las leyes de éste, la situación que se da en Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos es totalmente contraria.
En estos últimos, por ejemplo, es necesario que el Ministerio de Información y Cultura otorgue una licencia a una publicación para que ésta pueda operar, y aprueba a su antojo el nombramiento de cada editor. El contenido de la prensa está limitado por las leyes del país, en tanto que comentarios negativos sobre el Islam, el Gobierno, las familias que ostentan el poder en el país o sus ciudadanos (en este último caso, cuando esos comentarios provienen de gente expatriada) se castigan con cárcel. Y si esta regulación con sus correspondientes sanciones casi nunca se aplica, es porque los medios practican la auto-censura. El citado Ministerio revisa información impresa proveniente del extranjero e impone limitaciones en lo que respecta al material considerado pornográfico, excesivamente violento, derogatorio del Islam o contrario a la política exterior del Gobierno.
La auto-censura periodística y los temas tabú que no se tratan son asimismo un problema en Kuwait.
Pero esto no pasa en suelo israelí. Los medios nacionales y extranjeros generalmente pueden tratar allí temas escabrosos para las autoridades sin consecuencias de ningún tipo (los casos señalados por R.S.F. serían en todo caso la excepción y no la regla), y baste como ejemplos no sólo el artículo de Cremonesi arriba enlazado (publicado en un medio israelí y que versa precisamente sobre la censura militar israelí en los territorios ocupados), sino también la cobertura de los problemas legales de altos mandatarios del país como el ex-Primer Ministro Ehud Olmert, el ex-Presidente Moshe Katsav o el ex-Ministro de Justicia Haim Ramon. La prensa también ha tratado libremente temas sensibles para la comunidad judía ultraortodoxa, como los problemas originados por el matrimonio religioso tradicional, la aprobación legal en 2006 de los matrimonios homosexuales contraídos en el extranjero o el derecho de adopción por parte de parejas homosexuales. ¿Sería posible cubrir casos similares en Kuwait o en los Emiratos Árabes Unidos sin consecuencias para la prensa? Evidentemente, no.
Según Freedom House, el único país del sector Oriente Medio-Norte de África considerado libre en lo que respecta a la libertad de prensa fue Israel, en el año 2007.