Hace hoy 65 años, la 322ª. División de Fusileros del Ejército Rojo de la Unión Soviética liberaba a los judíos que quedaban vivos en Auschwitz. Aquel conjunto de campos de concentración (en contra de la creencia popular, no era un único campo, sino una compleja red de instalaciones de concentración, trabajos forzados y exterminio) fue a buen seguro lo más parecido al infierno que haya existido jamás sobre la faz de la Tierra.
60 años tuvieron que pasar para que, el 1 de noviembre de 2005, durante su 42ª. sesión plenaria, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas adoptara la Resolución 60/7, que fijaba el Día Internacional de Recuerdo del Holocausto el 27 de enero.
Pues bien, hoy es 27 de enero. Es por eso que ayer, en su blog Sobre Israel Opinamos Todos, el periodista Jorge Marirrodriga escribía un artículo de opinión, bajo el título Un nombre. De ese artículo, destaco los tres últimos párrafos:
"El nombre nos humaniza, nos da identidad y nos hace únicos. Es tal vez lo único verdaderamente nuestro que tenemos. Diferentes personas pueden darnos diferentes nombres pero siempre son expresión de una individualidad irrepetible: la que cada uno tiene de nosotros.
Los nazis entendieron eso perfectamente y, entre otras cosas, sustituyeron los nombres de sus víctimas por números. Las cifras de su crimen son abrumadoras, pero lo son más si uno pone un nombre a cada número. A este periodista lo que más le impresiona del Museo del Holocausto de Jerusalén es el espacio donde en interminables estanterías se agolpan las carpetas con seis millones de nombres.
Hoy se escucharán y se leerán muchas tonterías sobre la 'utilización del Holocausto'. Es el parloteo estéril en el que se está ahogando nuestra sociedad. Un servidor prefiere recordar un nombre, un sólo nombre elegido al azar: Yitzchak Yaakov Dragun, asesinado a los 12 años en un campo de exterminio. Es un pequeñísimo, pero honesto, intento desde Sobre Israel Opinamos Todos de que un nombre no quede en el olvido."
Me hago eco, pues, del mensaje de Jorge Marirrodriga, y plasmo los nombres y las historias de dos víctimas del Holocausto judío:
Mania Schiffeldrim nació en Rabka, en el sur de Polonia, en 1927, hija de Michael Schiffeldrim y Hanna Fishgrund. En 1942, a los 15 años, Mania pereció en Belz, por aquel entonces en Polonia; su cuerpo fue cremado. Esta información se basa en el testimonio de su sobrina Ana.
Iren Bercovics, nacida Salzberger, nació en Oradea (Bihor, noroeste de Rumanía) en 1914, hija de Ignac y Hermina. Estaba casada con Eugen Bercovics. Iren fue deportada a Auschwitz, donde pereció. Esta información se basa en el testimonio de su primo Eugen Salzberger.
"Yo les daré lugar en mi casa y dentro de mis muros, y nombre mejor que el de hijos e hijas; nombre perpetuo les daré, que nunca perecerá." - Isaías, capítulo 56, versículo 5.
A cada una de ellas, respetuosamente,
Requiescat in pace.