sábado, 2 de abril de 2011

Dignidad.

El miércoles 1 de septiembre de 2010 publiqué una entrada sobre un atentado terrorista cometido el día anterior contra cuatro colonos de Beit Hagai, en Hebrón (entre las víctimas hubo una mujer embarazada). El ataque había sido perpetrado por terroristas palestinos en orden de sabotear la ronda de negociaciones entre Israel y la A.N.P. que, bajo los auspicios del Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, iban a dar comienzo al día siguiente del ataque; una ronda de negociaciones que fracasarían al haber terminado la moratoria israelí en la construcción de asentamientos.

Claro que Mahmud Abbas esperó casi hasta el final de la moratoria misma para empezar a negociar, mientras que ya varios meses antes, en mayo, Netanyahu trataba sin éxito de persuadir al líder de al-Fatah para entablar negociaciones cara a cara. Lo curioso es que cuando Netanyahu ofreció a los palestinos una nueva moratoria en la construcción de asentamientos a cambio de algo tan simple como reconocer a Israel como Estado judío, Abbas se negó.

El caso es que, en relación al atentado referido arriba, señalaba en aquella entrada que no era la primera vez que terroristas palestinos intentaban sabotear pasos hacia la paz mediante el uso de la violencia. Precisamente comenzaba el artículo recordando a Tali Hatuel y a sus hijas Hila, Hadar, Roni y Merav. Cuando en 2004 los militantes del Likud votaban en referéndum sobre la evacuación de los colonos de la Franja de Gaza, terroristas palestinos, el día mismo del referéndum, las asesinaban a tiros, a pesar de que estaban desarmadas; de que Tali, de 34 años, estaba embarazada de siete meses (esperaba un niño); de que las niñas tenían sólo 11, 9, 7 y 2 años, respectivamente; y de que David Hatuel, padre de familia, iba a quedarse... sin familia.

Los terroristas lograron así retrasar la retirada hebrea del enclave costero palestino hasta el año siguiente, y se lo pusieron difícil a las autoridades israelíes para completar la evacuación, a pesar de que se supone que evacuar a los colonos es lo que el pueblo palestino pide.

Y terminaba yo la entrada con una fotografía de las Hatuel, bajo las siguientes palabras:

"Y en esta fotografía veremos, no sus cuerpos destrozados por las balas (ese es más bien el estilo palestino), sino que las veremos tal y como fueron en vida."

¿Qué pretendía dar a entender con lo de "ese es más bien el estilo palestino"? Básicamente me refería a la política palestina de mostrar sin tapujos a sus muertos, y no de cualquier manera, sino en las condiciones mismas en que quedan nada más morir. Existen múltiples casos, y si no fijaos:








La cosa es que incluso las autoridades sanitarias parecen colaborar. En un nauseabundo vídeo se puede ver a los médicos noruegos Mads Gilbert y Erik Fosse, voluntarios en la Franja de Gaza, tratando a palestinos heridos... en presencia de las cámaras. Exactamente lo mismo que ocurrió cuando Jon Sistiaga visitó ese lugar en orden de preparar el documental Lo que Israel no quería que viéramos (sugerente título, ¿verdad?). En este caso podíamos ver (minuto 2:54 a minuto 6:01 de este vídeo) a personal sanitario, nada más y nada menos que del pabellón de quemados del Hospital al-Shifa, en la Franja de Gaza (hospital en el que, por cierto, Hamas ubicó uno de sus cuarteles generales durante la Operación Plomo Fundido) tratando a palestinos quemados sin los medios adecuados.

Así, sin más. Sin los más mínimos decoro y respeto por la dignidad de las víctimas. Porque os digo que a mí, lo que es a mí, no me gustaría que se instrumentalizara mi sufrimiento por razones propagandísticas mediante el acto de grabarme en esas condiciones, porque de eso es precisamente de lo que se trata: de mostrar esa clase de imágenes en orden de sensibilizar a la opinión pública en contra de Israel. Es algo que a cualquier persona normal le parecería nauseabundo, especialmente si son el propio personal sanitario y los mismos seres queridos de las víctimas los que permiten que la intimidad del paciente se vea alterada de esa forma sólo por razones políticas.

Porque si se tratara de mi hija y de mi mujer, hipotéticamente hablando, os puedo asegurar aquí y ahora que a Mads Gilbert o a Jon Sistiaga no les quedaría más remedio que usar la fuerza contra mi persona en orden de poder grabarlas.

Esto los israelíes lo saben bien. Aunque la prensa anti-israelí no ponga tanto énfasis en su sufrimiento, los israelíes también cuentan a sus muertos y heridos. ¿Muestran los israelíes la misma actitud que los palestinos y sus correligionarios? ¿Se aprovechan de sus seres queridos mostrándolos quemados, apuñalados o tiroteados? No. No lo hacen. Ningún médico israelí que atienda a una niña herida por la explosión de un cohete al-Qassam en Sderot va a dejar que una cámara entre a grabar, ni sus padres lo permitirán tampoco, independientemente del beneficio propagandístico que ello pueda reportar.

La forma en que los israelíes suelen rendir tributo a sus muertos es revelando sus identidades y mostrando imágenes de los mismos, pero no en las condiciones posteriores a los ataques de los que son objeto, sino imágenes de cuando vivían. Sirvan de ejemplo los siguientes casos:






Esta es la norma general. Pero a veces ocurre que no se cumple, y fotografías del escenario del crimen terrorista contra la familia Fogel han sido divulgadas, lo que ha provocado tirria en Israel. El resultado ha sido una propuesta de ley que, caso de aprobarse, ilegalizaría la publicación de fotografías de las víctimas tomadas en los momentos inmediatamente posteriores a un ataque, que caso de ser divulgadas pudieran lesionar su honor y su integridad moral.

Esa es la diferencia entre los palestinos y los israelíes: mientras que aquéllos usan a sus muertos recientes como objetos propagandísticos, éstos buscan proteger la dignidad de los suyos.